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Columna publicada en Diario Puerto Varas

"La era está pariendo un corazón"*

Todo proceso de transformación es un proceso que nos desafía, ya que nos invita a entrar en nuevas partes de nosotros mismos, saliendo justamente de nuestra zona de confort. Nuestro ego le tiene pánico a salir de la zona de confort, porque se identifica con todo lo material y con todos los hábitos que hemos construido, conductas, sentimientos y pensamientos que, en suma, dan como resultado “el yo” que conocemos. Creemos, que si cambiamos estos aspectos, entonces dejaremos de ser quienes somos.

Lo increíble, es que por el contrario a lo que nos instan a creer, no somos lo que hacemos, sino quien hace. No somos lo que pensamos, sino quien piensa. No somos lo que sentimos, sino quien siente. No somos lo que comemos, sino quien come. Todo lo que hacemos, pensamos y sentimos, habla de lo que en un momento particular de nuestra vida estamos experimentando, pero es una mínima fracción del vasto infinito que somos. Incluso lo que comemos, nos afecta, pero en ningún caso nos determina. Es una visión muy reduccionista de nosotros mismos.

Somos este momento. Somos la consciencia que vive y experimenta a través de este cuerpo, que se expresa a través del habla, que crea a partir de los pensamientos y que experimenta a través de las emociones. La ecuación es al revés. Mientras sigamos identificándonos con lo que hacemos, con lo que pensamos y sentimos, entonces no nos daremos el permiso, el espacio ni la libertad, para ser realmente lo que somos. Somos potencial y misterio puro y si no nos permitimos los cambios y transformaciones, entonces nos podrimos por dentro. ¿Por qué? Porque la vida es un movimiento constante. La muerte es la energía que se estanca, la emoción que se retiene, el pensamiento que no aflora, el cuerpo que no se expresa. De modo que podemos estar muertos incluso antes de morir.

En un río, jamás pasará la misma agua por el mismo punto más de una vez. Entonces, el mismo río que estamos viendo de nuevo, en realidad, es un nuevo río.

Es paradójico que la naturaleza sea tan sabia y se permita fluir regenerándose constantemente, adaptándose a los cambios. Es paradójico, porque también somos naturaleza. El ser humano es el único órgano de este planeta – cuerpo que se ha auto amputado y cree que puede vivir por sus propios medios. Bajo este pensamiento, no nos queda mucho tiempo como humanidad. El planeta no nos necesita para existir, pero nosotros sí lo necesitamos.

Necesitamos despertar de nuestra inconsciencia y darnos cuenta de que la naturaleza está esperando que aprendamos de ella, que nos volvamos a conectar con ella para que le abramos paso a la vida que fluye a través de nosotros. Que es la misma vida que fluye a través de toda la existencia. La vida que hemos construido ya no se sostiene por sí misma. Aprovechemos la oportunidad en que la misma vida nos detiene para que podamos despertar. Mientras cada uno hace su proceso ayudamos a la humanidad en este parto-génesis. Abrir el corazón para abrazar la incertidumbre, soltar el apego a lo conocido, explorar la creatividad y la flexibilidad serán los recursos para estos tiempos.

*Título extraído de la canción de Silvio Rodríguez.

Columna original:

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